El ruido ambiental, considerado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el segundo mayor riesgo ambiental para la salud después de la contaminación del aire, tiene graves consecuencias. Exposiciones a niveles superiores a 55 decibeles pueden causar problemas de salud como enfermedades cardiovasculares, trastornos del sueño y deterioro cognitivo. Además, el estrés crónico inducido por el ruido aumenta la inflamación y el riesgo de enfermedades como la hipertensión y la diabetes.

Aunque las personas puedan habituarse psicológicamente al ruido constante, su cuerpo sigue reaccionando. La exposición prolongada al ruido activa el eje hipotalámico-pituitario-adrenal y el sistema nervioso simpático, provocando la liberación de hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina. Esto incrementa la frecuencia cardíaca, la presión sanguínea y afecta negativamente al sistema inmunológico, reduciendo la capacidad del cuerpo para recuperarse del estrés.

Para combatir estos efectos, las ciudades están implementando estrategias para reducir la exposición al ruido. Ejemplos como las “superislas” de Barcelona, donde se restringe el tráfico y se promueven espacios verdes, destacan por su eficacia en mejorar la calidad del aire y reducir la contaminación acústica. Estas medidas no solo atenúan el ruido, sino que también mejoran el bienestar urbano al fomentar la actividad física y la interacción social.

Fuente: BBC NEWS MUNDO