Hace medio siglo, el hallazgo del esqueleto de “Lucy” en la región de Afar, Etiopía, revolucionó nuestra comprensión de la evolución humana. El 24 de noviembre de 1974, el paleontólogo Don Johanson y su estudiante Tom Gray desenterraron los restos fosilizados de un Australopithecus afarensis que caminaba erguido hace 3,2 millones de años. Este descubrimiento cuestionó teorías previas sobre la bipedestación, que hasta entonces se pensaba había surgido junto con cerebros más grandes y el uso de herramientas.
El esqueleto de Lucy, con un 40% de sus huesos conservados, es uno de los fósiles de homínidos más completos jamás encontrados. Sus características combinan rasgos simiescos y humanos, lo que la coloca en una posición clave dentro del árbol genealógico humano. Este fósil abrió nuevas perspectivas y áreas de investigación, marcando un antes y un después en el estudio de los orígenes humanos. A lo largo de cinco décadas, Lucy ha sido una figura emblemática, inspirando tanto el debate científico como el interés del público por nuestros ancestros más remotos.
Hoy en día, Lucy sigue siendo una pieza clave en paleoantropología, a pesar de que se han descubierto fósiles más antiguos. Su contribución va más allá de su antigüedad: gracias a ella, se confirmó que los primeros homínidos caminaban erguidos mucho antes de lo que se pensaba, lo que sugiere que esta adaptación surgió en ambientes boscosos en lugar de sabanas abiertas. El legado de Lucy y el trabajo de Johanson han sido fundamentales para comprender la compleja evolución de los seres humanos, consolidando su descubrimiento como uno de los hitos más importantes en la historia de la ciencia.
Fuente: CNN