En la cumbre del G20 en Río de Janeiro, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva instó a los líderes mundiales a alcanzar un acuerdo climático en la COP29 de Bakú. Lula advirtió que retrasar decisiones clave sobre la financiación climática y la transición energética pondría en peligro los compromisos para frenar el calentamiento global. Paralelamente, la amenaza nuclear de Rusia marcó el evento, con Vladimir Putin insinuando la posibilidad de recurrir a armas nucleares en respuesta a ataques en su territorio.

El secretario general de la ONU, António Guterres, respaldó el llamado de Lula, destacando que fracasar en Bakú no es una opción ante la urgencia de la crisis climática. Sin embargo, las tensiones geopolíticas ensombrecieron las discusiones climáticas, especialmente tras la declaración de Putin ampliando las condiciones para el uso de armamento nuclear. Esta postura generó condenas de líderes como Emmanuel Macron y Joe Biden, mientras aumentan las preocupaciones por un posible estancamiento en las negociaciones climáticas y de seguridad.

En un contexto de protestas ciudadanas por mayor acción ambiental, Lula también propuso adelantar las metas de neutralidad de emisiones para 2040. Su liderazgo busca colocar a Brasil como una voz clave en la agenda climática global, especialmente de cara a la COP30 en Belém, pero el regreso inminente de Donald Trump al poder en EE.UU. UU. plantea incertidumbre para la cooperación internacional en la lucha contra el cambio climático.

 

Fuente: SWI