El “Brasil holandés” es un capítulo fascinante y a menudo olvidado de la historia colonial de América del Sur. Durante 25 años, desde 1630 hasta 1654, los neerlandeses controlaron una vasta región del noreste de Brasil, estableciendo una colonia que dejó una huella significativa en la historia de la región.

El 14 de febrero de 1630, una flota de aproximadamente 60 barcos de guerra neerlandeses apareció en la costa de Pernambuco, Brasil. Esta flota, que transportaba hasta 8,000 mercenarios, tenía la misión de arrebatar el control de la región a los portugueses, que en ese momento eran súbditos de la Corona española bajo el reinado de Felipe IV. Los neerlandeses rápidamente capturaron la capital, Olinda, y el puerto de Recife, estableciendo así su dominio en la región.

La colonia neerlandesa, conocida como Nueva Holanda, se convirtió en un centro de comercio lucrativo, especialmente en la producción y exportación de azúcar. Pernambuco, en particular, era una región extremadamente rica y el mayor productor de azúcar del mundo en ese momento. Además del azúcar, los neerlandeses también comerciaban con tabaco, especias, madera de Brasil y esclavos.

A pesar de sus éxitos comerciales, los neerlandeses enfrentaron numerosos desafíos. Durante los primeros años, apenas podían salir de sus fortificaciones debido a la resistencia local y la lenta respuesta de las fuerzas españolas. Sin embargo, poco a poco, lograron expandir su control sobre más territorio.

El control neerlandés comenzó a declinar a mediados del siglo XVII. En 1649, los portugueses obtuvieron una victoria significativa en la Segunda Batalla de Guararapes, lo que marcó el comienzo del fin para la colonia neerlandesa. Finalmente, el 28 de enero de 1654, los neerlandeses se rindieron y firmaron la capitulación, cediendo el control de la región de nuevo a Portugal.

Aunque el dominio neerlandés en Brasil fue relativamente breve, dejó una marca duradera en la historia de la región. La lucha contra los neerlandeses es vista en la memoria histórica de Brasil como un momento clave en la formación de la identidad nacional brasileña. Además, este período también precipitó un descenso en la industria azucarera brasileña debido a los conflictos y la competencia creciente de otros productores en el Caribe.

El “Brasil holandés” es un recordatorio de la complejidad y la riqueza de la historia colonial de América del Sur, y de cómo las luchas por el control territorial y económico moldearon el destino de naciones enteras.

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