En mayo de 2011, el cuerpo torturado y mutilado de Hamza al-Khatib, un niño de 13 años, fue entregado a su familia en Deraa, Siria, semanas después de su arresto durante una manifestación contra el gobierno. Este trágico evento desencadenó una serie de protestas que eventualmente llevaron a la guerra civil en Siria.
El asesinato de Hamza no solo conmocionó a su familia, sino que también encendió la llama de la resistencia contra el régimen de Bashar al-Assad. La brutalidad con la que fue tratado, junto con la tortura de otros adolescentes locales por escribir grafitis contra el gobierno, provocó una ola de indignación y protestas generalizadas.
Samira, la madre de Hamza, ha vivido una década de dolor y pérdida. Recientemente, recibió la confirmación de la muerte de su otro hijo, Omar, quien había sido arrestado en 2019. Documentos encontrados en la prisión de Saydnaya confirmaron su fallecimiento bajo custodia. Samira, vestida de negro y aún de luto por la muerte de su esposo hace menos de tres meses, expresó su deseo de que Bashar al-Assad pague por el sufrimiento que ha causado. “Espero que pague el precio. Y que Dios se vengue de él y de sus hijos”, declaró.
La caída de Assad ha destapado décadas de represión en Siria. En Deraa, la ciudad donde comenzó la revolución, la gente salió a las calles celebrando la libertad recién adquirida mientras los combatientes rebeldes tomaban Damasco y el exmandatario huía. Sin embargo, la alegría es agridulce para la familia Khatib, que sigue lidiando con la pérdida y el dolor.
La tumba de Hamza, destruida por un proyectil de tanque del gobierno, simboliza la lucha y el sacrificio de muchos sirios que han perdido a sus seres queridos en la guerra. La historia de Hamza y su familia sigue siendo un recordatorio poderoso de la brutalidad del régimen de Assad y la resiliencia del pueblo sirio.
📷BBC